
San Francisco (Córdoba) (AICA): Luego de que en la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba un grupo de estudiantes reunidos en asamblea removiera una imagen de la Virgen que se encontraba en el edificio, y ante el proyecto presentado por diputados del bloque Cambiemos para remover símbolos e imágenes religiosas de espacios públicos, el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, compartió sus reflexiones.
El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva,
reflexionó acerca de los recientes hechos que manifiestan una intención
de remover los símbolos religiosos presentes en el espacio público.
Sus reflexiones responden a lo sucedido días atrás en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Córdoba, donde un grupo de estudiantes
reunidos en asamblea decidieron y llevaron a cabo la remoción de una
imagen de la Virgen que se encontraba en el edificio.
Esta acción, explica monseñor Buenanueva, se enmarca en el debate
que en muchos países de tradición católica, incluida la Argentina, se
plantea en torno a la presencia de símbolos religiosos en dependencias
del Estado, que se pregunta por el origen de esta práctica y por su
legitimidad.
En ese sentido, el obispo menciona también un proyecto presentado
recientemente por diputados del bloque Cambiemos, que pide “la remoción
de los símbolos e imágenes religiosas instaladas en espacios públicos o
edificios pertenecientes al Estado Nacional” (sic).
“Es un tema que se presta para la polémica. La Argentina tiene una
tradición católica multisecular, pero también una corriente laica que ha
configurado aspectos importantes de su vida. La convivencia de ambas
perspectivas no suele ser muy amable. En ocasiones -y esta puede ser
una- los chispazos pueden hacerse más visibles. Y, así como existe un
integrismo católico, también conocemos un integrismo laicista, tan
agresivo, dogmático y rigorista como aquel”, explica el prelado,
intentando “ofrecer una palabra responsable, pero también franca y
leal”, aportando a un debate sereno, “teniendo claro que mi palabra como
obispo católico tiene un peso relativamente importante para buena parte
de los ciudadanos de nuestro país”, advirtió.
“Pienso francamente que la cuestión de los símbolos religiosos en el
espacio público forma parte de aquel amplio conjunto de temas que
pueden ser resueltos de modos muy diversos. Constituyen materia
opinable, abierta a distintas formas de realización, como de hecho
ocurre en diversos países y culturas. No creo que se lo pueda plantear
como una cuestión absoluta, a favor o en contra”, consideró.
“Los católicos tenemos cuestiones ‘no negociables’ en nuestra
concepción de la convivencia ciudadana. Son realmente pocas: la
intangibilidad de la vida humana desde su concepción hasta su término
natural, la identidad del matrimonio y la familia, el derecho de los
padres a determinar la educación de sus hijos; el bien común de la
sociedad, especialmente atentos a los más pobres y vulnerables”,
enumeró, y aclaró: “La cuestión que nos ocupa no forma parte de este
conjunto de temas ‘no negociables’. En realidad, se trata de ser muy
respetuosos del genio, de la historia, de las costumbres y tradiciones
de cada pueblo”, añadió.
“El otro principio que -según mi criterio- es importante tener en
cuenta, es el hecho de que la Iglesia y sus pastores no tenemos
competencia directa para determinar si tiene que haber o no símbolos
religiosos en el espacio público. Esta es una cuestión que tiene que ver
con los ciudadanos, sus tradiciones, su cultura y sus libertades,
especialmente con la libertad religiosa”, señaló.
“En este contexto, me parece importante no confundir el espacio
público con el Estado. O suponer que el espacio público le pertenece al
Estado. No es así. El espacio público es de todos los ciudadanos y
refleja nuestra realidad, también nuestra diversidad. El Estado, en todo
caso, administra y regula que el uso del espacio público esté
suficientemente garantizado para todos, resguardando la libertad de
expresión (uno de los pilares de la democracia). También habría que
distinguir aquí lo que son dependencias del Estado, cuya laicidad es un
rasgo legítimo, también reconocido como tal por la Iglesia”, detalló.
“En una reciente respuesta del gobierno italiano al Tribunal de la
Unión Europea que dictaminó la retirada de las cruces de los colegios
públicos, ha jugado un rol importante la consideración de la cruz como
un símbolo religioso expresivo de la identidad cultural de Italia”,
comentó el prelado, lo que consideró “un argumento de peso”.
“Pienso que muchos de los símbolos que vemos todavía (porque muchos
ya han sido quitados) provienen de un pasado en que sociedad y religión,
Iglesia y Estado prácticamente se confundían entre sí. Los procesos de
secularización han ido delimitando con una claridad relativamente mayor
los espacios y esferas de competencia. Salvo sectores minoritarios,
todos reconocemos en ello un proceso saludable. La Iglesia reconoce el
principio de la laicidad del Estado como una forma de tutelar la
libertad religiosa de los ciudadanos”, explicó.
“¿Esto significa que los símbolos tienen que desaparecer de los
espacios públicos? No necesariamente. Pienso que, aunque muchos
ciudadanos ya no adhieran a la fe católica o no formen parte activa de
esta comunidad religiosa, siguen reconociendo como expresivos de sus
valores espirituales y morales a estos símbolos”, reconoció.
“Un caso distinto se da cuando se trata de poner un símbolo
religioso nuevo en un espacio público que hasta ahora no tenía ese tipo
de expresiones. En principio, habría que generar un saludable debate
entre los ciudadanos directamente involucrados a fin de arribar a alguna
forma de consenso favorable o no a la colocación del símbolo
religioso”, opinó.
“Obviamente, esto supone un ejercicio de convivencia en el que no
solo talle fuerte la virtud de la tolerancia sino también el explícito
reconocimiento de que el otro, especialmente si diverso de mí, de mis
valores e ideas, es un semejante con derechos similares a los míos, y
que, por lo mismo, tiene también el derecho de expresar sus convicciones
espirituales en el espacio que es de todos”, aclaró.
“Sólo en democracia los ciudadanos podemos discutir sobre todo,
incluso acaloradamente, pero respetándonos y defendiendo recíprocamente
ese alto valor democrático que es el derecho a la libre expresión”,
concluyó.+