La Iglesia ha dedicado un mes, el de Octubre, para honrar a María con el rezo del Santo Rosario.
Origen e historia de esta devoción:
En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a
las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo del
ofrecimiento de sus corazones. La palabra “rosario” significa “corona de rosas”.
Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al
martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus
ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como
símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro
de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada
rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma
de las mártires.
La Iglesia recomendó entonces rezar el rosario, el cual consistía en
recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una oración
sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para
aquellos que la rezaran. Sin embargo, esta recomendación sólo la seguían
las personas cultas y letradas pero no la mayoría de los cristianos.
Por esto, la Iglesia sugirió que aquellos que no supieran leer,
suplantaran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince
decenas. A este “rosario corto” se le llamó “el salterio de la Virgen”.
Cuenta la Historia que un día, a finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán
quien sufría mucho al ver que la gravedad de los pecados de la gente
estaba impidiendo la conversión de los albigenses, decidió ir al bosque a
rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y
flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la
Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a
las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio.
Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse,
sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a
empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte
que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que
la imagen de la Virgen que estaba en la catedral alzaba tres veces los
brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la
Virgen y la tormenta se terminó.
En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un sermón en la Iglesia de
Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan y, antes de
hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su
sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con
imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el
rosario de Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el
momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su
Hijo como Salvador.
Santo Domingo cambió su homilía y habló de la devoción del Rosario y la
gente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir cristianamente y a dejar
atrás sus malos hábitos.
Santo Domingo murió en 1221, después de una vida en la que se dedicó a
predicar y hacer popular la devoción del Rosario entre las gentes de
todas las clases sociales para el sufragio de las almas del Purgatorio,
para el triunfo sobre el mal y prosperidad de la Santa Madre de la
Iglesia.
El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado.
En 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le
llamó ¨la muerte negra” en la que murieron muchísimas personas.
Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los
dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la
devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual Jesús, la Virgen y
Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo
del Santo Rosario. El Padre Alan comenzó esta labor de propagación junto
con todos los frailes dominicos en 1460. Ellos le dieron la forma que
tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces,
esta devoción se extendió en toda la Iglesia.
¿Cuándo se instituyó formalmente esta fiesta?
El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto en
la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que
si perdían esta batalla su religión podía peligrar y por esta razón
confiaron en la ayuda de Dios, a través de la intercesión de la
Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el
rosario por la flota. En Roma estaba el Papa despachando asuntos cuando
de pronto se levantó y anunció que sabía que la flota cristiana había
sido victoriosa. Ordenó el toque de campanas y una procesión. Días más
tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo
cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las
Victorias el 7 de octubre.
Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de
Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer
domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente
se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos
siguen celebrándola el primer domingo del mes.
La fuerza del Rosario
A lo largo de la historia se ha visto como el rezo del Santo Rosario
pone al demonio fuera de la ruta del hombre y de la Iglesia. Llena de
bendiciones a quienes lo rezan con devoción. Nuestra Madre del Cielo ha
seguido promoviéndolo, principalmente en sus apariciones a los
pastorcillos de Fátima.
El Rosario es una verdadera fuente de gracias. María es medianera de las
gracias de Dios. Dios ha querido que muchas gracias nos lleguen por su
conducto, ya que fue por ella que nos llegó la salvación.
Todo cristiano puede rezar el Rosario. Es una oración muy completa, ya
que requiere del empleo simultáneo de tres potencias de la persona:
física, vocal y espiritual. Las cuentas favorecen la concentración de la
mente.
Rezar el Rosario es como llevar diez flores a María en cada misterio. Es
una manera de repetirle muchas veces lo mucho que la queremos. El amor y
la piedad no se cansan nunca de repetir con frecuencia las mismas
palabras, porque siempre contienen algo nuevo. Si lo rezamos todos los
días, la Virgen nos llenará de gracias y nos ayudará a llegar al Cielo.
María intercede por nosotros sus hijos y no nos deja de premiar con su
ayuda. Al rezarlo, recordamos con la mente y el corazón los misterios de
la vida de Jesús y los misterios de la conducta admirable de María: los
gozosos, los dolorosos, los luminosos y los gloriosos. Nos metemos en
las escenas evangélicas: Belén, Nazaret, Jerusalén, el huerto de los
Olivos, el Calvario, María al pie de la cruz, Cristo resucitado, el
Cielo, todo esto pasa por nuestra mente mientras nuestros labios oran.
Las Letanías
El Rosario no es una oración litúrgica, sino sólo un ejercicio piadoso.
Las Letanías forman una parte oficial de la liturgia en cuanto que las
invocaciones reciben permiso de la Santa Sede. Se cree que su origen
fue, probablemente, antes del siglo XII.
La forma actual en la que las rezamos se adoptó en el santuario mariano
de Loreto, en Italia y por eso se llama Letanía lauretana. En 1587, el
Papa Sixto V la aprobó para que la rezaran todos los cristianos. Todos
los cristianos hemos recurrido a la Virgen en momentos de alegría
llamándola “Causa de nuestra alegría”, en momentos de dolor diciéndole
“Consoladora de los afligidos”, etc.
Podemos rezar las Letanías con devoción, con amor filial, con gozo de
tener una Madre con tantos títulos y perfecciones, recibidos de Dios por
su Maternidad divina y por su absoluta fidelidad. Al rezarlas,
tendremos la dicha de alabar a María, de invocar su protección y de ser
ayudados siempre ya que la Virgen no nos deja desamparados.
Como rezar el Rosario
Como se trata de una oración, lo primero que hay que hacer es saludar,
persignarnos y ponernos en presencia de Dios y de la Santísima Virgen.
Luego, se enuncian los misterios del día que se van a rezar y comenzamos
a meditar en el primero de estos cinco misterios. Durante la oración de
cada misterio, trataremos de acompañar a Jesús y a María en aquellos
momentos importantes de sus vidas. Aprovechamos de pedirles ayuda para
imitar las virtudes y cualidades que ellos tuvieron en esos momentos. Al
meditarlos frecuentemente, estas guías pasan a formar parte de nuestra
conciencia, de nuestra vida. Podemos ofrecer cada misterio del rosario
por una intención en particular y se puede leer una parte del Evangelio
que nos hable acerca del misterio que estamos rezando.
Cada misterio consta de un Padrenuestro seguido de diez Avemarías y un
Gloria. Usamos nuestro rosario pasando una cuenta en cada Avemaría. Así
seguimos hasta terminar con los cinco misterios.
Al terminar de rezar los cinco misterios, se reza la Salve y se termina con las Letanías.
Los Misterios
Los veinte misterios que se rezan nos recuerdan la vida de Jesús y, dependiendo del día, se rezan de la siguiente forma:
LUNES Y SÁBADO
MISTERIOS GOZOSOS VIRTUD (sugerida)
1. La Anunciación del ángel a la Virgen. La obediencia.
2. La Visita de la Virgen a su prima Isabel. Amor al prójimo.
3. El Nacimiento del Hijo de Dios. Desprendimiento
4. La Presentación del niño Jesús en el templo. Pureza de intención.
5. El Niño Jesús perdido y hallado en el templo Sabiduría en cosas de Dios.
MARTES Y VIERNES
MISTERIOS DOLOROSOS VIRTUD (sugerida)
1. La Oración de Jesús en el huerto. Verdadero arrepentimiento de los pecados.
2. La flagelación de nuestro Señor Jesucristo. Espíritu de sacrificio
3. La coronación de espinas. Desapego a lo material
4. Jesucristo es cargado con la Cruz. Paciencia por mi cruz.
5. La crucifixión de nuestro Señor Jesucristo. Generosidad
MIERCOLES Y DOMINGOS.
MISTERIOS GLORIOSOS VIRTUD (sugerida)
1. La Resurrección de Jesucristo. Fe, Esperanza y Caridad
2. La Ascensión del Señor a los Cielos. Deseo de ir al Cielo
3. La venida del Espíritu Santo. Deseo de vivir en Gracia
4. La Asunción de la Virgen a los Cielos. Amor a María
5. La Coronación de la Virgen en los Cielos. Perseverancia
JUEVES.
MISTERIOS LUMINOSOS
1. El Bautismo de Jesús en el Jordán 2 Co 5, 21; . Mt 3, 17.
2. Las bodas de Caná; Jn 2, 1-12.
3. El anuncio del Reino de Dios Mc 1, 15; Mc 2. 3-13; Lc 47-48.
4. La Transfiguración; Lc 9, 35.
5. La Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual. Jn13, 1.