No sé si a ti también te ha pasado, pero algunas veces me pregunto qué habría sucedido si yo hubiese tomado esta o aquella decisión, donde estaría yo en este mismo instante. Creo que es una cuestión que puede surgir fácilmente cuando empiezas una tarea que toma un largo tiempo y sientes que no avanzas, o cuando atraviesas dificultades en tu vida diaria.
El problema no está en hacerse preguntas, sino en descuidar el «ahora» o «el momento presente» que Dios te regala para aferrarte al pasado (las decisiones que tomaste o dejaste de tomar), o a la incertidumbre del futuro (el resultado que esas decisiones podrían tener para ti).
El video que te comparto a continuación resalta la paciencia, el esfuerzo y la determinación que se requieren al momento de tomar decisiones significativas en la vida o de emprender nuevos proyectos cuyos frutos pueden tardar mucho tiempo en llegar. Es un proceso que requiere constancia, pero recuerda que todo esfuerzo vale.
Somos un trabajo en progreso
Muchas veces es difícil ver las cosas cuando las estamos viviendo o construyendo, y ahí es precisamente cuando puede ser de gran ayuda pensar que nosotros mismos somos un trabajo en progreso.
Recuerdo que crecí en una ciudad cuya imagen y valores se vieron afectados de manera negativa por las acciones de ciertas personas que habían llegado a la fama o al poder escogiendo el camino más fácil. Algunos llamaban a esto la cultura del «más vivo», que consiste en aprovecharse del momento, saltarse las filas, pensar primero en mí y después en los demás.
Cuando alguien quiere hacer lo contrario, no es raro escuchar que le digan «una golondrina no hace llover», o «no sea tonto, es mejor no nadar contracorriente». Sin embargo, siempre me causa admiración cómo un gran número de personas siguen haciendo el bien en silencio a través de acciones pequeñas.
Esto es lo que también puedes hacer tú cada día, el esfuerzo que pones en tus tareas diarias es de gran valor. Y son precisamente esos pequeños esfuerzos, los que al final te permiten admirar el resultado con orgullo.
Un ejemplo digno de imitar
En casa, mi padre y mi madre nunca han tenido que sentarse a darnos grandes lecciones a mis hermanos y a mí sobre el valor de la honradez y la integridad. El ejemplo de nuestros padres de hacer lo que tenían que hacer en el momento correcto, de trabajar diariamente con esfuerzo y con amor, nos ha enseñado más de lo que muchos cursos o discursos pudieron hacer.
Es por esto que aunque muchas personas puedan ver el tiempo presente con pesimismo o desesperanza, vale la pena ser conscientes de que nuestros pequeños esfuerzos diarios sí hacen la diferencia. Y pueden ayudarnos a construir una cultura más incluyente y solidaria en un mundo que clama a gritos por más empatía.
Cuando siento que no avanzo en un proyecto, que quisiera quizás estar haciendo cosas que tuvieran un mayor impacto, cuando no veo ni remotamente cerca el resultado que espero de mi esfuerzo diario, me gusta imaginarme a Jesús tratando de explicar a sus discípulos el valor de las cosas pequeñas: «El que es fiel en lo poco, es fiel también en lo mucho; y el que es injusto en lo poco, también es injusto en lo mucho» (Lucas 16, 10).
Todo pequeño esfuerzo vale
En una forma sencilla, nuestra vida puede estar hecha de esos puntos diminutos que aparecen en el video. Y sí, es cierto que algunos de esos puntos son oscuros y grises, pero son parte de esa pintura que aún está por terminar y que todavía no podemos ver completamente, de esa gran obra maestra de Dios.
Quiero invitarte y animarte hoy a recordar que, sin importar por lo que hayas atravesado, tu historia aún no está terminada, tu historia se construye en este momento. ¡Confía, ten animo!
Tomado de: https://catholic-link.com/cada-esfuerzo-cuenta-dios/ a la fecha de: 06/02/2020