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6 formas inesperadas de rezar que reavivarán la llama de un romance divino

Entraste a este artículo para leer sobre formas de rezar. Pero antes, quisiera hacerte una pregunta. ¿Cuántas novelas de amor crees que existen en el mundo? Yo no me animaría a decir un número, me quedaría corta. Pero sí me atrevo a afirmar que existen más – ¡muchísimo más! – historias de amor. 

Algunas increíbles, otras que aparentemente no tienen un brillo especial (excepto para sus protagonistas). Están las que se convierten en anécdotas para pasar de generación en generación; están aquellas que logran sacar una sonrisa sin importar el paso del tiempo. 

Cuando te dibujas mentalmente esta imagen… ¿qué ves? Tal vez visitas inesperadas, cartas llenas de vulnerabilidad, palabras cariñosas, gestos que solo los aludidos entienden. 

Ahora, déjame decirte algo. Existen tantas historias divinas como maneras humanas de enamorarse. Porque las historias divinas son maneras muy humanas de enamorarse. 

Como lo diría San Agustín: “Enamorarse de Dios es el más grande de los romances, encontrarlo, la mayor de las realizaciones”.

Si más arriba nos imaginábamos algunos detalles que dan un gusto especial a los romances, ¿cuáles detalles ponemos en nuestro romance con el más Romántico?

 

Un corazón que arde, un diálogo encendido

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Siempre escuchamos que es importante rezar. Claro, es fundamental si queremos ser santos (y lo queremos). Pues, ¿cómo vamos a llegar al Cielo siendo desconocidos del dueño de la casa? ¿Cómo vamos a parecernos a Cristo, sin conocerle? ¿Santificarnos sin tratar al Espíritu Santo?

Todo esto es cierto. Pero escúchame bien: no hacemos media hora de oración para puntuar un check list de cosas que tenemos que incorporar si queremos ser buenos. 

O sea, ¡hazla! ¡Hazla cada día! Pero no pierdas de vista esto: estamos llamados a enamorarnos de un Dios Personal. Si hablamos con Él, si le tratamos, si queremos conocerle cada vez mejor, es porque queremos – y nos conviene – tener una relación con Él. 

Pon tu corazón frente al Suyo. Háblale. Escúchale. Porque: «El corazón es la esfera más tierna, más interior, más secreta de la persona, y es precisamente en el corazón de Jesús donde habita la plenitud de la divinidad» (D. Von Hildebrand). 

Formas de rezar, formas de querer

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Existen formas de rezar de las que tal vez ya hayas escuchado: la lectio divina, la oración mental, la contemplación… 

Cada uno encuentra una manera que mejor le ayude durante un tiempo determinado. Hay veces en las que nos servirá meditar con una lectura espiritual, otras sentarnos en silencio y mirar al Santísimo que nos devuelve la mirada. 

Pero, ya que te he hablado de detalles de amor e historias inesperadas, quisiera hablarte de formas de rezar inesperadas. Esas que pueden sazonar tu día a día para que el amor esté siempre a punto. Para ser creativos en el romance divino. 

Son formas de rezar que te darán presencia de Dios, mientras trabajas o cumples tus responsabilidades. Te ayudarán a llegar «empapado» de esa presencia cuando llegue la hora de rezar. Con seguridad, entonces podrás rezar mejor. 

Otras son formas de rezar que pueden ayudarte en el tiempo en que te sientas y buscas un tema para tratar con Él. O reavivar el alma cuando está entumecida por el cansancio y necesita un empujoncito. 

1. «Señor, esta te la dedico a Ti»

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Volviendo a citar al Padre de la Iglesia, San Agustín decía que «el que canta reza dos veces». Tal vez ya lo sabías. Esto es muy útil para expresarnos ante Dios, especialmente para ayudarnos de la letra cuando no sabemos bien qué decir en la oración. 

Pero te diré algo más: ¿sabías que puedes cantar una canción de Imagine Dragons, Mumford & Sons, Ed Sheeran o The Killers y agradar a Dios?

Cuando hay canciones que hablan de un amor humano limpio, puro, noble… ¿por qué no podrías dedicárselas a Dios? San Josemaría Escrivá decía que a él le encantaba cantar canciones «de amor humano, a lo divino».

¿Estás pensando en algunas en especial? Adelante, que también son formas de rezar. 

2. Rezar con la mirada

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Contemplar un cuadro, se puede convertir en oración. Los temas espirituales o bíblicos pueden ayudar aun más. Esto también podemos conocer como «Visio Divina». 

Meditar ante el Hijo Pródigo de Rembrandt, contemplar la Anunciación desde la mirada de Fra Angelico o sobrecogernos ante La Piedad de Miguel Ángel… son formas de rezar. 

Mediante lo visible, aprendemos a contemplar lo invisible. Mediante los sentidos, capaces de captar pequeños destellos de belleza, entablamos conversación con la Belleza. 

3. La oración de los sentidos

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Tal vez ya sabes lo importante que es realizar pequeñas mortificaciones. No solo durante cuaresma, sino en cualquier tiempo litúrgico. Este «negarse» algo nos ayuda a forjarnos, con espíritu deportivo, para adelantar en el combate espiritual. Para ayudar a cargar una partecita de la Cruz.

Pero, ¿sabías que también es una oración? Es la oración de los sentidos. Cuando dejas de darte un gusto, porque ese gusto ofreces a Dios… se transforma en oración.

Una oración discreta, pequeña, que puede salpicar tu día entero. 

4. Otras formas de rezar: el trabajo y el descanso

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Al despertarnos y hacer un breve ofrecimiento de obras, le entregamos a Dios el día entero. Luego, podemos repetir y renovar este ofrecimiento a la hora de empezar a trabajar. 

Porque tal vez no podamos estar «charlando» con Dios mientras nos ocupamos de temas delicados que exigen toda nuestra atención. Pero, como antes de comenzar le hemos ofrecido ese tiempo y esfuerzo, todo lo que quepa en ese tiempo y todo lo que emprendamos con amor, serán formas de rezar. 

¡Y el descanso también! Cuando cambias de actividad por alguna más placentera, ¿piensas que no vale? Puedes ofrecerle una partida de ajedrez, la lectura de un libro, una caminata con tu perro… e invítame a Él a que descanse contigo. 

5. Besos y miradas… también son formas de rezar

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Como dije, quizás mientras trabajas no puedes rezar una estampa o siquiera decir una jaculatoria. Pero puedes, de vez en cuando, dirigir una mirada al crucifijo – que te invito a tener en tu mesa de trabajo – o incluso besarlo. 

O una mirada a la Virgen, y dejar que ella entienda lo que le dices sin palabras: «ayúdame con esto, que está difícil», «ayúdale a tal compañero», «dame paciencia». 

6. Mensajitos breves, todo el día

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Suena el celular. Es una notificación de WhatsApp. Es la persona que quieres, que te envía un breve mensaje con cariño. Sabes que no pueden hablar más en ese momento, pero te alegra saber del otro. Recibes con gratitud ese pequeño gesto de amor. 

Eso son las jaculatorias. Un pequeño mensajito que envías a Dios, entre una actividad u otra. Mientras subes una escalera. Cuando esperas el ascensor. Al reiniciar la computadora. 

El tiempo no da para charlar, pero necesitas decirle al menos unas palabras que se transforman en formas de rezar. 

Están algunas conocidas: «Señor mío y Dios mío», «Tú sabes que te amo», «ayúdame más», «haz mi corazón semejante al Tuyo», «en Ti confío», y un infinito etcétera. 

Puedes buscar en la Biblia y encontrarás entre salmos y otras lecturas algunas frases que puedes repetir durante el día. Pero también puedes inventar las tuyas… tú sabes lo que te gustaría decirle a la persona que más quieres en el mundo.

 

Un último recordatorio…

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Como dije, es necesario tener el diálogo con Dios. No descuidar el espacio para hablar de «tú a tú» con Él. Es importante procurarnos un tiempo que podamos reservar de manera exclusiva para charlar con el Señor. 

Por eso – quiero insistir una última vez – aunque convirtamos nuestras actividades en oración o recemos algunas jaculatorias para permanecer en presencia de Dios, no elimines los espacios más extensos y exclusivos para la oración mental. 

Volviendo a las historias de amor: piensa en una relación de pareja. Enviar flores a una novia, ¡es buenísimo! Ella lo agradecerá. Agradecerá el detalle, y el mismo puede avivar el amor. 

Pero si cada vez que quiere hablar contigo no atiendes el celular, no te tomas el tiempo para visitarla, no quieres devolverle las llamadas… ¿Es, verdaderamente, una historia de amor? ¿Cuánto durará?

Lo mismo con Dios. Podemos ofrecer una pequeña mortificación o rezar una jaculatoria, para ponernos en presencia de Él. Y aunque son lindas formas de rezar para tenerlo presente, el amor es expansivo. Quiere dar más y necesita cada vez dar más. Hasta querer darse. 

Llega un punto en que un pensamiento de pocos segundos necesita pasar a pocos minutos. Luego, unos minutos más. Quizás, varios más. 

No solo por lo que tú puedas decirle a Él, sino porque ansías escucharle. Necesitas abrir el espacio para que Él alumbre, Él responda, Él inspire.

Fuente: Catholic.link

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