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Recuerdo que en mis primeros años de estudio de Teología un profesor nos dijo: «No le pidan a Dios que les de más inteligencia, porque con la que nacieron con esa se van a morir, más bien pidan al Espíritu Santo que les dé el don de la sabiduría».
Recuerdo esta anécdota al leer esta pregunta que me hicieron: ¿es verdad que si le rezo siempre al Espíritu Santo me volveré mucho más inteligente de lo que soy? Me parece una pregunta interesante para hablar del Espíritu Santo y su acción en nuestra vida.
Dios quiere darnos todo lo necesario para nuestra realización y para que lleguemos a la vida eterna. La inteligencia hay que cultivarla y hacerla fructificar, pero más importante es tener la sabiduría para usarla rectamente, para que esa inteligencia que tengo me lleve a mí y a otros por el camino del bien.
Podría, suceder que alguien sea muy inteligente pero sin el don de la sabiduría podría utilizarla de manera incorrecta. Incluso para hacer el mal, creo que ejemplos de esto, tenemos muchos en la historia de la humanidad.
Ahora que estamos a unos días de celebrar la fiesta de Pentecostés es una hermosa ocasión para tomar conciencia de los dones del Espíritu Santo, cómo podemos acceder a ellos y los frutos que traen a nuestra vida. El Catecismo de la Iglesia católica nos dice:
«La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo, estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo». (Cat. # 1830)
Es parte de nuestro deseo y anhelo vivir como Cristo nos enseñó, y transmitir esta forma de vida a otros. Pero en este camino nos topamos con nuestra fragilidad, con tentaciones externas y con la influencia, algunas veces, de un mundo que no va guiado por la voz de Dios, sino en camino contrario al Evangelio.
También nos puede suceder que confundidos por esas voces contrarias, se nos dificulte escuchar la voz de quien es el Buen Pastor, que nos llama e invita a la plenitud de la existencia. «He venido para que tengan vida y en abundancia» (Jn 10,10), dirá Jesús.
Y es ahí donde entra el Espíritu Santo con su acción. Sus dones nos ayudan a que busquemos el bien y nos mantengamos firme en él. Es quien nos sostiene para que podamos luchar contra el mal y podamos seguir el llamado que nos hace el Señor a la santidad.
Por eso Jesús más de una vez nos lo presentó, nos habló de su acción y nos prometió enviárnoslo para que pudiéramos avanzar y progresar en nuestro conocimiento de Él y del bien. Él, nos ayuda en la correcta toma de decisiones, un tema que es tan importante.
Todos tomamos decisiones en nuestra vida, unas más importantes que otras. Y en las que hay cosas valiosas en juego es bueno discernir qué es lo mejor para nuestra vida, si hago esto o lo otro, si voy por este camino o por el de allá y es ahí donde el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad nos ayuda.
El don del consejo o de la sabiduría por ejemplo, nos ayudarán a encaminarnos hacia una decisión tomada hacia el bien, una que finalmente nos ayude a desplegarnos como personas, según el modelo que nos dio Jesús.
Jesús también nos dice que Él será el defensor. ¿De qué o quién nos defiende? De ese espíritu del mal, del maligno, el padre y príncipe de la mentira que busca apartarnos de la amistad con Dios. Del espíritu mundano que es contrario a Dios, y en muchas ocasiones también nos defiende de nosotros mismos que no sabemos valorarnos y vernos con la mirada amorosa de Dios.
Muchas veces podemos tener ideas sobre nosotros equivocadas o sesgadas, ya sea porque no nos valoramos o porque nos queremos endiosar. Y algo más que debe alegrarnos es que estos dones del Espíritu, nos van
transformando interiormente y se manifiestan en frutos.
El que está inundado del Espíritu Santo lo manifestará con sus palabras y acciones. Como dice otra parte de la Escritura: «Nadie da lo que no tiene». Damos lo que hay en nuestro corazón y si lo que va reinando en nosotros es el Espíritu Santo, esto se manifestará en los frutos de: amor, alegría, paz, paciencia, longanimidad, benignidad, bondad, mansedumbre, fidelidad, modestia.
¿No es esto una noticia maravillosa? Por eso termino con lo siguiente: «Nadie ama lo que no conoce, y uno pide lo que necesita». Si necesitas salud, la pides, si necesitas trabajo lo pides, si tienes hambre pides comida. Bueno, lo mismo con los dones del Espíritu Santo, creo que es importante conocerlo, valorarlo y descubrir que lo necesitamos.
Sus dones son fundamentales para poder vivir nuestra vida cristiana, afianzarnos en la virtud y ser testigos del Evangelio. Conozcamos lo que nos ofrece el Espíritu santo y pidamos su dones que son un regalo del cielo.
Les comparto una hermosa oración del Espíritu Santo, esta es una que nos puede ayudar a conocer su acción en nuestra vida:
Oh, Señor Jesucristo,
que antes de ascender al cielo
prometiste enviar al Espíritu Santo
para completar tu obra
en las almas de tus Apóstoles y discípulos,
dígnate concederme el mismo Espíritu Santo
para que Él perfeccione en mi alma
la obra de tu gracia y de tu amor.
Concédeme el Espíritu de sabiduría
para que pueda despreciar las cosas perecederas
de este mundo y aspirar solo a las cosas que son eternas.
El Espíritu de entendimiento para iluminar mi mente
con la luz de tu divina verdad.
El Espíritu de consejo para que pueda siempre
elegir el camino más seguro para agradar a Dios
y ganar el cielo.
El Espíritu de fortaleza para que pueda llevar
mi cruz contigo y sobrellevar con coraje
todos los obstáculos que se opongan a mi salvación.
El Espíritu de conocimiento para que pueda
conocer a Dios y conocerme a mí mismo
y crecer en la perfección de la ciencia de los santos.
El Espíritu de piedad para que pueda encontrar
el servicio a Dios dulce y amable:
y el Espíritu de temor de Dios para que pueda ser
lleno de reverencia amorosa hacia Dios
y que tema en cualquier modo disgustarlo.
Márcame, amado Señor, con la señal
de tus verdaderos discípulos y anímame
en todas las cosas con tu Espíritu.
¡Amén!
Tomado de: https://catholic-link.com/espiritu-santo-oracion-dones/ a la fecha de: 31/05/2020
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